1. Alquilar una casa pequeña en el Sur de Francia con contraventanas de color desgastado, una parra y una piscina donde pudieran venir a verme algunas personas, sobre todo algunas personas. Haríamos cenas en torno a una gran mesa de madera. Comeríamos queso y verduras que habría comprado esa misma mañana en el mercado local al que habría ido con un capazo de mimbre y hablando un francés perfecto. Esa fantasía.
2. Apuntarme a un curso intensivo para conseguir hablar ese francés perfecto.
3. Realizar una buena compra en las rebajas y no siete medianas de shorts de adolescente, el enésimo vestido negro y tacones-taxi.
4. Hacer un viaje con una mochila pequeña como único equipaje.
5. Nadar mucho y no solo hacer cuatro largos en la piscina del nuevo edificio del COAM.
6. Pasar un par de días en el Amangiri o, en su defecto, en algún otro Aman.
7. Ir al cine de verano del Parque de la Bombilla, al Parque del Capricho, a las Hoces del Duratón y a todos esos lugares no he pisado porque soy un horrible animal de costumbres.
8. El Camino de Santiago, el Camino del Inca y esas rutas ritos-de-paso que están anotadas en mi agenda mental
9. Comer de manera sanísima gazpachos hechos en casa y no de tetra-brick (por muy gourmet y caros que sean) y beber solo agua y zumos de fruta. Ja.
10. Ir a todos los conciertos, exposiciones y obras de teatro a los que digo que voy a ir y no solo al 10%.
11. Dormir una noche en el campo al raso, aunque no duerma.
1.– Sur de Francia resulta muy vago. Aquitania, la Francia pirenaica, el Languedoc, la Provenza…
Son tan diferentes entre sí… Quiero suponer que hablamos del mismo sur de Francia, ése incrustado en el imaginario colectivo: Provenza–Costa Azul. Aunque una torre abolida en Aquitania, tampoco estaría nada mal, muchos parisinos adoran sus playas pedregosas y las frías aguas del Cantábrico.
Casita en Provenza, convenimos, con la pintura azul Majorelle saltando de las contraventanas, bouganvilla de dos colores trepando por los muros de piedra, un pérgola en la parte trasera techada por parras de Shiraz, y en el jardín una enorme tabla de madera sobre dos caballetes donde extender un mantel de hilo blanco al celebrar cenas con mucha gente amada de visita (las cenas con un número de comensales superior a dos pero inferior a seis suelen ser tan tristes…), iluminada por farolillos, tamizando la luz de las velas que contienen, colgados de pinos enormes.
Quizá convendría comprar. Sé que suena a un familiar vicio patrio, pero cualquier parecido con la vieja superstición española del alquilar mejor que comprar es mera coincidencia. Mejor un lugar al que volver, al que huir, frecuentemente, que el sueño de unas noches de verano. Mejor un lugar en el que montar un ‘potager’, y no volver. Unos tomates aquí, unas caléndulas por allá, unos pepinos por acá, y lavanda partout. Todo recogido en capazos, de mimbre, por supuesto. Se ahorra en viajes al mercado –al menos a por verduras–, y además te puedes preparar un gazpacho estupendo, solucionando así 9. ¿Tetra-brick y gourmet en la misma frase?
2.– El punto 1 lleva implícito éste. Nada más eficaz, e intensivo, que tener que apañárselas sólo en un país extranjero. El resto, milongas. Nadie jamás, hablará perfecto un idioma, ni el suyo propio. Acabo de recordar las palabras de Alfred de Musset (en «La confession d’un enfant du siècle») : «La perfection, ami, n’est pas plus faite pour nous que l’immensité. Il ne faut la chercher en rien, ne la demander à rien, ni à l’amour, ni à la beauté, ni au bonheur, ni à la vertu; mais il faut l’aimer pour être vertueux, beau et heureux autant que l’homme peut l’être.»
La meta es el camino.
3.– Una buena compra en rebajas siempre es serendipia, no se puede planificar y mucho menos esperar, los saldos nunca fueron de fiar. Moraleja: menos, pero más.
4.– Puede realizarse cumpliendo 8, incluyendo a su vez 11. Tres pájaros de un tiro.
5.– Practica, practica, practica. Todo el año.
6 .– El desierto, es siempre una buena idea. Como dijo Lawrence de Arabia: está limpio.
7 y 10.– La pereza es el origen de la mayor parte de nuestros males. Todo el año esperando romper con la tediosa rutina, y cuando se presenta la ocasión nos rajamos por tan poca cosa como la comodidad, adicción maligna, que envenena la voluntad. De nada se suele arrepentir uno como de lo que no hace. En tal pecado se lleva la penitencia.
11.– Las Perseidas o «lágrimas de San Lorenzo» constituyen una buena excusa para satisfacer este deseo. A falta de tormenta veraniega que nos refresque, podremos contemplar esta lluvia de estrellas las noches del 11, 12 y 13 del presente Agosto. Compatible con los puntos 8 (ideal un camino de Santiago sobre los pies y otro sobre la cabeza), o (los cielos estrellados del desierto, son los mejores) 6. Aprovéchese también para formular unos cuantos mientras los fragmentos de roca arden en la atmósfera: dicen que funciona.
Quizá despertar de los sueños signifique tener el coraje de enfrentarse a su imperfección. De al menos la mitad de la lista, menesteres que no requieren demasiada logística, se está a tiempo. Quedan 46 días de verano. Ánimo. Suerte.