1. Un paso largo largo hasta el Pont d´Espagne, aún sin nieve. Como recompensa, un lago. Soy pesada con los lagos, pero el mar, tan soberbio, les ha ganado siempre en protagonismo. Una pena: son misteriosos, manejables, algo tristes. Los adoro.
2. El hotel Lion d´Or, de Cauterets. Sus paredes de toile de jouy, la deliciosa familia que lo regenta. Su wifi, perfecto, gratuito, algo que ya quisieran muchos hoteles sobreestrellados.
3. Las comidas pantagruélicas y casera. Y esa eterna duda: si las francesas comen así, ¿por qué no engordan?.
4. Las alubias de Tarbes, el Pousse Rapier, las cebollas de Trébons, la garbure, el queso Tomme des Pyrénées, comido a saltos dentro de un coche.
5. El Circo de Gavernie, el anfiteatro natural más famoso del mundo y primer circo glaciar que piso. Qué energía más extraña…La Unesco ha premiado su paisaje y su relación con el otro lado de la frontera, con España. Su buena relación, claro.
6. La sensación de pérdida de gravedad en una piscina de musicoterapia. La cultura del termalismo está muy arraigada en Francia, pero sin snobismos. En esta región hay lugares como Aquensis o Les Bains du Rocher, que son una suerte de parques temáticos del mundo termal, con atracciones de todo tipo. Un plan perfecto para antes de esa cena que a mí no me sienta como a las francesitas.
7. El vértigo de los quince minutos de teleférico para subir al Pic du Midi. Saber que es posible dormir en el observatorio a 3000 metros como si estuvieras en una plataforma petrolífera, pero en el cielo en lugar de en el mar. Sólo hay que reservar y esperar. Es barato pero sólo lo pueden hacer 250 personas al año. La información es el nuevo lujo.
8. Ese je-ne-sais-quoi de Francia. Lo tienen el pueblo más pequeño y el Faubourg Saint-Honoré. No lo puedo explicar. Si pudiera, igual tendría más éxito que el Indignez-Vous.
Duda ninguna: http://goo.gl/JRZwC
Cómo te comprendo! Con lo de Francia y su je-ne-sais-quoi, digo.
Lo apunto en mi agenda de viajes. En cuanto a las francesas, te aseguro que el secreto es que comen muy poco.
Adoro Francia aunque no me gustan demasiado los franceses (lo sé, las generalizaciones son odiosas). No vivo demasiado lejos de la frontera y a menudo pegamos el salto, de vacaciones o a pasar el día, y en cuanto traspasas la línea se aprecia ese je-ne-sais-quoi del que hablas. Me encanta.
Sobre las gorduras de las francesas me pregunto lo mismo. Supongo que harán mucho ejercicio, porque comen baguettes, croissants y crepes con mucha alegría (y esto no es un tópico).
Tienes un blog muy interesante.
Un saludo.