* Esta lista fue publicada en enero de 2014 para Vanity Fair. Escrita por mí, claro.
Viajar es estresante. Hay que saltar un obstáculo tras otro: decidir fecha, compañía, destino, hotel, barrio, restaurante y compartir todo esto. Es agotador física y emocionalmente, pero hacerlo nos hace más libres. Las tendencias existen para ayudar, piensen lo que piensen las almas cínicas; son paraguas que nos resguardan. Los viajes están sometidos a las tendencias como las sudaderas o los esmaltes de uñas. Solo que son mucho más edificantes (con su permiso, señores de la moda) que ellas.
1. Este será el año de Berlín (se cumplen 25 años de la caída del muro) y de Brasil y su Mundial de Fútbol. Son excusas, pero grandes y legítimas. Estas ciudades se defienden sin efemérides, pero si nos agarramos a ellas, mejor sacar billetes cuanto antes. También será el año de Cortázar: se cumple un siglo de su nacimiento. Nos aburriremos de ver reportajes tipo El Paris de la Maga y Argentina para cronopios y querremos repetir la aventura de seguir la autopista Paris-Marsella sin salir de la autopista. De hecho, puede que hasta yo contribuya al ruido cortazariano. En realidad, no nos vamos a aburrir porque disfrutaremos releyendo esas grandes guías de viajes inconscientes (como las mejores guías) que son Rayuela y Los Autonautas de la Cosmopista.
2. Viajar por viajar pierde puntos. Cada vez se viaja más para comer (esto lo saben en el País Vasco y en Perú), para descomprimir (en esto se basan sellos enteros como Banyan Tree y Six Senses), para ir de rebajas o outlets (Londres, Florencia, ¿me oís?), para asistir a concierto (¿verdad, Bayreuth?) o para visitar algunas expos como la de Bowie en Londres.
3. Las buenas guías de viaje, por alusiones, no estaban muertas: estaban repensándose. Las antiguas y clásicas (los libros de Chatwin y de Isak Dinesen) no necesitaban hacerlo. La nueva hornada de guías son útiles, hermosas, se mantienen en el tiempo y funcionan como pequeños fetiches. ¿Ejemplos? Las City Guides de Vuitton, las de Walk with Me de Madrid y las GoGo. Y las App…de esas hablaremos otro día.
4. No sabemos que nos deparará Instagram, pero con su voluntad esteticista y su afán de convertirnos a todos en artistas tiene recorrido para mucho tiempo más. Nuestra vanidad es insaciable. Hoteleros, restauradores: estáis vendidos; pero no nos toméis tan en serio: una foto es una foto es una foto.
5. La feria del viaje de lujo, ILTM (International Luxury Travel Market) se celebró en Cannes hace unas semanas. Es un equivalente a las semanas de la Moda de Paris, Milán y Nueva York juntas. Paul James, Global Brand Leader de St. Regis y The Luxury Collection y una de las personas que mejor teorizan sobre el nuevo lujo viajero nos contó que ahora es femenino, global y joven. Y vive hiperconectado. En Cannes también aprendimos que al lujo le espanta la palabra lujo y que hasta el término experiencia está superado, porque ahora se busca contenido para construir recuerdos. Nada más y nada menos.
6. En Cannes también confirmamos que los destinos más exclusivos son aquellos donde nadie va, como Kamtchatka, los que propone Silverseas y que parece casi un lugar mental. También a rincones como Almaty, donde Ritz-Carlton aterriza o a Yantarnny, donde Relais&Chateaux cuenta con un nuevo hotel. Pero también aquellos de siempre vistos bajo un prisma distinto. Y aquí cabe hasta el mundo Disney: Four Seasons abre hotel en su parque de Orlando. Paris y Londres siguen en cabeza. Los viejos rockeros nunca mueren.
7. Y ¿dónde tenemos que viajar? A la campiña inglesa, los Emiratos, Nicaragua, Colombia y a la China interior. Destinos para viajeros que ya han viajado mucho.
8. ¿La tecnología? Bien, gracias. Según Michael Hobson, Chief Marketing Manager de Mandarin Oriental “ su presencia será clave pero los principios de la hospitalidad serán los mismos: buena cama y buena comida”. Según yo, cama, ducha, desayuno y, a partir de ahí, hablamos. Probablemente, tu iPad (no el mío) me sobre.
9. Los trenes tienen la autoestima alta. La idea machadiana de viajar ligeros de equipaje nos gusta hasta que nos obligan (casi con vejaciones) a ello. Además, con los nuevos AVE Barcelona-Paris o Madrid-Marsella se abren las opciones. Las compañías aéreas y los aeropuertos hacen lo que pueden (mucho) por insuflar algo de placer en la experiencia de volar. Espero, eso sí, que este NO sea el año en el que el wifi se extienda a todos los aviones.
10. La obsesión por lo local va camino de convertirse en una neurosis. Cenar con locales ya es posible sin tener amigos en el destino. Webs como Eatwith lo permiten. Huelga hablar del éxito de Airbnb, que enferma a los hoteleros y alegra a los viajeros. Estos modelos de negocio permiten acceder barrios y lugares que de otra manera no conoceríamos y atrapar algo de el Santo Grial de los viajes: la esencia local.
Sin embargo (y aquí va el pensamiento incorrecto de 2014) quizás sería bueno relajarnos y asumir que, allá donde vayamos, siempre seremos viajeros y extraños. Y eso es bueno. Lo importante, siguiendo a Cortázar en su año, es que nos convirtamos en autonautas y elijamos nuestras propias cosmopistas.