1. Todo lo que tenga que ver con resolver problemas domésticos: cambiar cortinas o la funda del edredón. Me angustio si hay que descongelar el frigorífico, si el agua de la ducha se cuela por una grieta. Tengo lámparas hermosas guardadas porque hay algo en sus cables que no entiendo. Tengo grandes problemas para relacionarme con la realidad física.
2. Cuidar plantas. Se me mueren cactus que resistirían cien años en el desierto de Sonora.
3. Arreglarme el pelo. Dioses del Olimpo: ¿por qué no me otorgasteis ese don? Por qué no puedo ser una chica normal que agarre su secadorcito con una mano, el cepillo con otra y se deje el pelo como esa cosa irreal llamada Olivia Palermo.
4. Tomar decisiones irrelevantes con rapidez: ¿es necesario estar dos semanas buscando un billete de avión si sé destino, fecha y la mejor web? ¿Me juego tanto a la hora de elegir un lugar donde cenar? ¿Es necesario que llamar a X tenga que ser considerado durante horas? ¿Tengo que pensar tanto si me pongo el brazalete dorado o el color bronce? ¿Hay que ir cuatro veces a Zara antes de comprar un pantalón de 29,90€? Eso no es compra meditada: es compra neurótica.
5. Conducir: hay mucha literatura (mía, básicamente) en torno a esta patología.
6. Pintarme los ojos. Nunca. Nada. Fatal. Ni con clases. Ni con paciencia. Tuve que optar por los labios.
7. Comer unas cuantas patatas fritas de bolsa. Siempre tienen que ser muchas Todas. Es una de las pocas grietas por las que dejo que se cuele mi agazapado salvajismo.
8. Visitar con calma una exposición: las exposiciones las paseo y eso no se corresponde con mi interés. Si voy es porque quiero verlas, pero no lo parece. Puede repetir (soy muy fan de la recurrencia) pero nunca me veréis leyendo cartelas y dándole a todos los botones de mi audioguía. ¿Herencia de un pasado museístico o vulgar dispersión?
9. Terminar un libro que no me gusta. Soy una lectora ávida y cruel que comparte la frase de Julio Ramón Ribeyro: «¡Cuántos libros, Dios y que poco tiempo y a veces qué pocas ganas de leerlos!»
Imagen: Fondation Beyeler (Basilea)
Ay, qué alivio! Lo de las plantas, digo. Pensé que yo era una taradita. A mí se me mueren hasta las de plástico.
Comparto lo del pelo, soy inútil total.
Sencillamente genial. Consigues que las torpezas mundabas se tornen sublimes. Por lo demás, a excepción de la quinta, me veo reflejada en cada uno de esos gestos …..
Sencillamente genial. Consigues que las torpezas mundabas se tornen sublimes. Por lo demás, a excepción de la quinta, me veo reflejada en cada uno de esos gestos …..
Siempre empiezo diciendome que solo comere tres o cuatro, y siempre (de siempre jamas me como la bolsa entera) Coincidencia. Viajo. Mucho. Visito los museos. Los veo a velocidad muy superior a la media. Solo me paro ante alguna obra que me arrebate, el resto una miradita y a otra cosa. ¿Audio-guia? ¿Qué es eso? Coincidencia. Nunca me castigo. Nunca terminoi un libro que no me gusta. Prefiero dedicar mi tiempo a lo que me satisface. Coincidencia plena. Me pinto fatal, si lo hago por la calleme dicen de todo. He desistido.
me siento identificada con las patatas fritas, ¡que horror!
Anabel, me encanta cómo escribes, siempre me haces sonreír. Pero es que además, coincido contigo en todas estas cosas!! jajaja, genial…
Pingback: Nueve cosas que no sé hacer